La caótica vida de Nada Kadic es una conmovedora historia sobre una madre soltera que se da cuenta que su pequeña hija presenta síntomas de autismo; agobiada por su presente, comenzará un viaje por Bosnia y Herzegovina para reconciliarse con su pasado.
Por Martín L. González* Las películas suelen ser un espejo en el que fácilmente nos podemos reflejar según nuestro estado de ánimo. Además de ser un escape de la realidad, el cine constantemente nos orilla a enfrentar nuestros problemas, toca fibras sensibles en nosotros y nos brinda una perspectiva diferente de aquello que parece no tener solución. Nada Kadic (Aida Hadzibegovic) es una madre soltera a la que parece salirle todo mal. Está a cargo de su pequeña hija, Hava (Hava Dombic), la cual presenta síntomas de autismo. En un momento de desesperación, decide emprender un viaje alrededor de Bosnia y Herzegovina junto a su pequeña, para visitar a sus padres, y de esta manera intentar dejar atrás todo lo que la agobia. La película es un trabajo sincero. ¿Quién no ha estado en una mala racha en la que todo le sale mal?, nada es como lo planeamos y sentimos como si la vida constantemente nos diera la espalda, eso lo entiende muy bien la directora mexicana Marta Hernaiz Pidal, y con base en eso desarrolla su atractivo largometraje. En una escena significativa del filme, Hava comienza a llorar tras quedarse mucho tiempo en su carro. Empieza a patalear y a hacer berrinche hasta que Nada la toma de los hombros, la mira a los ojos, la acerca a su pecho y le susurra: “Yo también quiero llorar”. Ese tipo de escenas son una constante en el largometraje, y ayudan a reforzar el mensaje de la cinta. No importa lo dura que sea la situación, siempre podemos salir adelante. La cinta de estilo road movie –un género cinematográfico que se centra en personajes cuyos viajes por largos caminos sirven a su vez para que se encuentren a sí mismos-, tiene su fortaleza en las imágenes, las cuales sustituyen a los diálogos. La saturación de sonido y las tomas irregulares tienen como objetivo “desesperar” a la audiencia, pues ante las vicisitudes que se presentan en pantalla, parece imposible mantener la calma. En un montaje que por ratos se torna desconcertante, los protagonistas fungen como el faro de esperanza que nos ayudan a mantenernos tranquilos y nos guían para llegar hasta el final de la película. La cantidad de situaciones desastrosas por momentos parecen demasiadas e incluso exageradamente constantes, pero esa es la idea, cuando nos encontramos en esas situaciones, todo tiende a ser caótico y hasta el más mínimo detalle parece perjudicarnos emocionalmente. Nadie dijo que la vida era fácil, pero depende de nosotros si nos rendimos o nos enfrentamos a nuestros fantasmas y les demostramos que somos más grandes que ellos.
*Colaborador en CinEspacio24 Noticias.
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