Es imposible negar el gran auge de películas de superhéroes que ha surgido en los últimos años. Ya existían filmes de este estilo pero fue recién en este siglo que realmente «explotó», obteniendo un alcance que antes parecía imposible.
La cinta X-Men: Dark Phoenix, dirigida por Simon Kinberg, nos narra lo que pasa nueve años después de la devastación de Sabah Nur, cuando los X-Men responden a una llamada de emergencia del transbordador espacial Endeavour, que se encuentra gravemente dañada por una llamarada solar. Mientras los X-Men salvan a todos los astronautas, Jean Grey (Sophie Turner) absorbe una fuerza sobre natural en su cuerpo. Una vez que regresan a casa, esta fuerza no sólo la hace infinitamente más poderosa, sino mucho más inestable. Grey desata sus poderes de maneras que no puede comprender ni contener. Cuando nos encontramos ante una franquicia de la magnitud de los X-Men, siempre es difícil llenar las expectativas del público, y más aún cuando se trata de la adaptación de uno de los cómics más populares de los mutantes. El tiempo juega en contra de la película, y a pesar de que ahorran mucho con la presentación de los personajes, se nota la presión que sufre la historia en el último acto, y vemos un final más forzado que estructurado. Desde la creación de los X-Men, estos han sido más que simples peleas heroicas y deseos de salvar al planeta. Los superpoderes y los grandes villanos sólo son una fachada para relatar problemas sociales como la discriminación, y esto es algo que logran plasmar en la película hasta que deciden desechar todo esto y convertirse en una cinta de superhéroes como cualquier otra. Por momentos el largometraje olvida lo que está haciendo y deja de hilvanar las situaciones, intenta evitar que no notemos esos huecos argumentales con secuencias emocionantes en las que podemos al fin ver a nuestros mutantes preferidos en su máxima expresión. Nos encontramos ante la que podría ser la última entrega del universo de los X-Men tal y como lo conocemos, y sinceramente es decepcionante la conclusión que se le dio a este universo. Es ambiguo, flojo e incluso poco memorable. El villano es bastante mediocre y realmente nunca lo sentimos como una amenaza. Es mayor la tensión que se genera entre los X-Men y el dilema moral que los acongoja, que los problemas ocasionados por la “cosa” que representa el peligro. Parece que una vez más la ambición de las productoras ganó, y lo único que obtuvimos como espectadores fue una historia adaptada de manera burda, que arrasó con nuestras ilusiones de ver resurgir a los X-Men de las cenizas, como un ave fénix.
*Colaborador en CinEspacio24 Noticias.
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