Con una promoción casi nula, Netflix estrena El silencio, thriller con un toque de terror protagonizado por Kiernan Shipka y Stanley Tucci. Dirigida por John R. Leonetti, la película relata cómo Ally (una joven sorda) y su familia deben buscar refugio cuando el mundo es aterrorizado por bestias sanguinarias que cazan guiados por el sonido.
Isaac Piña Galindo* Aunque comparte tópicos similares a los de Birdbox, también de Netflix, El silencio se distingue de ésta gracias a su gran manejo del ritmo, el cual se apega de forma fiel al uso más eficaz del tiempo en cine, creando tensión una y otra vez con secuencias donde cada pequeño conflicto logra mover la trama al mismo tiempo que desentraña o desarrolla nuevas particularidades de los personajes o del entorno que los rodea. Si bien en un principio puede acercarse a lo ridículo e inclusive flirtear con lo risible de otras películas del género (como Critters del 86 o Bats del 99), Leonetti se compromete en crear un núcleo actoral sólido apoyado tanto en el veterano Tucci como en la novel Shipka, ambos complementados por el resto del reparto quienes en conjunto mantienen el tono cercano al terror que el director busca construir. Otro elemento que ayuda a la visión del realizador es la fotografía, trabajo con el que, por medio de un sutil y sugerente manejo del color, se transforma el paisaje en un descampado árido, desolador que con el transcurrir del filme se decolora cada vez más hasta casi llegar a un melancólico blanco y negro. De forma similar a lo visual, la trama evoluciona de ser una simplona película de terror de supervivencia a un tenso drama que se atreve a reflexionar acerca de la respuesta emocional de los individuos ante una situación límite global y la manera en que la gente es afectada por sus creencias religiosas o por sus costumbres sociales. Este esbozo de análisis se refuerza al tener de testigos/ narradores a una amorosa familia típica de clase media, educada e inteligente, con cuyas acciones y diálogos podemos constatar la gestación del trasfondo violento que se desata tras la aparición de los monstruos. Aun cuando la idea queda un poco en el aire y no termina de cuajar, el intento del director es loable, ya que el filme sí respeta su propio imaginario lo que dota al relato de verosimilitud, acierto narrativo con el cual se logra la progresión dramática de la familia, vista ahora como un sólo personaje. Al final, quizás el mayor fallo de El silencio se trate de una situación ajena a la película en sí, porque el guión es muy similar al de A quiet place, película dirigida por John Krasinski estrenada el año pasado que también tiene una familia como protagonista, con una joven sorda en un rol clave y las criaturas letales se guían por el ruido. Pero si como cinéfilos vemos más allá de esa desafortunada coincidencia, podremos disfrutar una efectiva exploración del derrumbe paulatino de una civilización vista desde los ojos de una familia nuclear que lucha no sólo por sobrevivir sino también por mantener su humanidad.
*Cineasta y Colaborador en CinEspacio24
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