«El atentado del siglo: Utoya», una perturbadora y sincera cinta

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Con recursos narrativos originales y sobre todo respetando a las víctimas, la cinta noruega El atentado del siglo: Utoya, es una ficción que invita al espectador a reflexionar y no olvidar la tragedia que pasó en la isla de Utoya, donde un extremista de derecha mató a varios jóvenes que se encontraban en un campamento.

Por Arturo Brum Zarco*

@arturobrum

Realizar una película sobre un hecho real en específico una tragedia donde desafortunadamente murieron personas, debe ser una cinta que investigue bien el tema que aborda, que no caiga en cursilerías baratas o en nacionalismos y fanatismos absurdos, ya que esto, además de desvirtuar lo que pasó, es una falta de respeto a las víctimas.

Ejemplos hay muchos donde en lugar de buscar una explicación o incluso no dar una respuesta sino intentar darla (el cine no necesita dar respuestas sino abrir el debate y la reflexión), reproducen la tragedia con la figura de un héroe que intenta salvar a todos, convierten un hecho trágico en una espantosa y vulgar película de acción, con un dramatismo manipulador.

Sin embargo, hay películas que afortunadamente hacen lo contrario, como la cinta El atentado del siglo: Utoya, un filme que narra la espantosa tragedia que sucedió en la isla de Utoya, en Noruega, el 22 de julio de 2011, cuando un nacionalista de extrema derecha mató a tiros a varios jóvenes adolescentes que se encontraban en un campamento del partido laborista de dicho país.

Este filme noruego, dirigido por Erik Poppe, no busca crear héroes o villanos, ni intenta dar una explicación de por qué pasó la tragedia; con su atrevida y fuerte ficción abre la puertas a la reflexión, al debate, a la indignación e invita al espectador a no olvidar lo que sucedió.

Por medio de entrevistas a varios sobrevivientes, Poppe crea una historia provocadora, directa, pero a la vez sensible y realista.

Las primeras escenas de la cinta son las explosiones de varios edificios gubernamentales en la ciudad de Oslo, capital de Noruega (atentado que también ocurrió el 22 de julio de 2011). Después, la película nos lleva al campamento en la isla de Utoya, y comienza a seguir a una chica, su nombre es Kaja (Andrea Berntzen), ella se detiene y como si rompiera la cuarta pared le habla al espectador y dice: “no sabemos por qué pasó pero que bueno que estén aquí”. Ella se voltea y en realidad estaba hablando con su madre sobre lo que pasó en Oslo.

De una forma original, desde el inició nos prepara para adentrarnos a lo que sucedió en ese campamento donde la mayoría tenían entre 14 y 15 años.

La cámara como si fuera un personaje más va siguiendo a Kaja, quien platica con sus amigos, se pelea con su hermana, discute con sus compañeros de política y de pronto sólo se escuchan unas explosiones, al principio nadie sabe que son, pero de repente todos corren, gritan: alguien ha comenzado a balear a los jóvenes.

En todo la cinta vemos el recorrido de Kaja que se esconde, corre, busca a su hermana, habla con su madre; el director realiza una coreografía perturbadora pero con una hermosa sensibilidad.

Poppe utiliza varios recursos cinematográficos que sirven para que el espectador también se encuentre ahí: no hay música, sólo los sonidos ambientales, los estridentes disparos, la agitada respiración de las víctimas; no vemos nunca al asesino pero sabemos que está ahí y que puede salir en cualquier momento; parece que la cinta es un largo plano secuencia, como si la cámara fuera una compañera más de Kaja, ya que también se cae, se agacha, se agita; vemos poca sangre, pocos muertos, pero nos cuentan que están ahí y nadie se explica por qué está pasando eso.

El atentado del siglo: Utoya respeta la memoria de las víctimas, nos muestra el terror que pasaron, y lo hace siendo honesto. El filme es una obra indispensable para reflexionar sobre un mal que está regresando en todo el mundo: “el virus” de la extrema derecha, ese que odia al otro. Pero también, la cinta nos invita a no olvidar lo que pasó en Noruega el 22 de julio de 2011.