Por Daniel Flores* El cine independiente, profundo e íntimo, permite a los actores y actrices que se atreven a bajarse del estrellato (o a veces no les queda de otra), presentarse ante la crítica y el público con dotes histriónicos que incluso ellos mismos desconocían. Directores como Quentin Tarantino o Darren Aronofsky en los inicios de sus carreras, incluyeron en sus filmes a artistas venidos a menos, encasillados en roles de galanes o chicas enamoradas, para hacerles creer que tenían capacidades sobresalientes. Así, John Travolta, David Carradine, Daryl Hanna y Kurt Russell con Tarantino o Jennifer Connelly, Marlon Wayans y Mickey Rourke, con Darren, obtuvieron una segunda y hasta una tercera oportunidad de brillar en Hollywood. De este modo, toca en turno a Michelle Pfeiffer probar, una vez más, su capacidad artística en un filme independiente, de bajo presupuesto, titulado, ¿Dónde está Kyra?, dirigido, escrito y producido por Andrew Dosunmu, que también cuenta con Kiefer Sutherland como protagónico, en algo más que el agente Jack Bauer de la serie 24. La cinta gira en torno a una mujer entrada en sus cincuenta, Kyra (Pfeiffer) y su madre, Ruth (Suzanne Sheperd), quienes apenas tienen dinero para sobrevivir, dinero, que por cierto, recibe la progenitora al ser pensionada por el gobierno de los Estados Unidos a causa de su vejez y sus tratamientos médicos. Por su parte, la hija, divorciada y desempleada, batalla día a día buscando trabajo sin mayor éxito que el de entregar volantes o ser un anuncio ambulante, vagando por las gélidas calles de Nueva York. Tristemente para Kyra, su madre fallece, dejándola sola en un vetusto departamento y sin su único sentido para sobrevivir. En la apoteosis de su infortunio conoce a Doug (Sutherland), un ex alcohólico, jurado y cumplidor, que se gana la vida manejando un taxi y siendo enfermero en un asilo de ancianos. Juntos iniciaran un bonito romance que se verá amenazado por la mala suerte de Kyra, quien al no hallar forma alguna de obtener ingresos, decide hacerse pasar por la fallecida Ruth con el propósito de seguir cobrando el cheque de asistencia social. En ese conflicto, Doug y Kyra navegan por una América olvidada, la de la clase baja, la que no logra progresar ni por su blanco tono de piel, rumiando las sobras de una sociedad indolente, incluidas las instituciones y las autoridades que lanzan leyes a rajatabla sin importar que las personas se encuentren en un círculo vicioso. Kyra se hundirá cada vez más en el temor de ser descubierta y acusada de fraude, además, las constantes humillaciones sufridas en la búsqueda de trabajo y la penosa necesidad de pedir prestado, van mermando la poca dignidad que le queda a esta mujer. Así, conforme Kyra va cayendo, la actuación de Michelle Pfeiffer sube en calidad, mostrando una serie de gesticulaciones decrépitas, miradas vacías sin esperanza, sonrisas cínicas pero tímidas, gritos de impotencia sin caer en el facilismo de lo histérico, e incluso, soltándose a sus 60 años de edad en un par de escenas donde luce su delgada pero bien conservada figura, con la que seduce a Doug. Incluso, la maestría de Pfeiffer toca un poco a Sutherland, acostumbrado a hacer roles de acción o demasiado simplones, como fue su Presidente Tom Kirkman en la serie, Sucesor designado, en la que cada vez que se iba a fade, hacía cara de galán otoñal de telenovela. Pero aquí logra estar a la altura de Pfeiffer, siendo un comparsa de vida, un enamoradizo y hasta un pelele que pone en juego su poco sentido común para ayudar a Kyra. A final de cuentas, la cinta es un laberinto burocrático ubicado en una sociedad kafkiana, en la cual no hay redención, no hay optimismo, sólo un retrato insensible de un par de seres humanos, tratados como insectos en aras del buen funcionamiento del consumismo.
*Periodista. Colaborador en CinEspacio24, Director de Cio Noticias, Crítico de Cine, Columnista en el Heraldo de México Toluca
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