Blade Runner 2049 está a la altura de las expectativas. Es una cinta más filosófica que la primera parte. Dirigida por Denis Villeneuve (que demuestra por qué es uno de los mejores), y protagonizada por Harrison Ford y Ryan Gosling, es un filme que promete ser de lo mejor del año.
Por Arturo Brum Zarco* Los ojos, esa parte del cuerpo que dice mucho o esconde todo. Ahí está la clave para que el Blade Runner, K (Ryan Gosling), atrape a los replicantes, ya que en el interior de ese órgano se encuentra su número de serie. En el ojo está la prueba de ser o no ser un humano. Han pasado 30 años desde que vimos las travesías de Rick Deckard (Harrison Ford), cuando era un Blade Runner y cazaba a los replicantes, esos seres creados artificialmente, parecidos a los humanos y que sólo vivían pocos años. Ahora, en 2049 los replicantes han evolucionado, son más introspectivos, viven más tiempo y su necesidad de existir es mayor. En este mudo pos apocalíptico, la humanidad tuvo problemas que casi la destruyen, por lo que tuvieron que recurrir a alimentos hechos genéticamente. Nos muestran ciudades con tecnologías avanzadas y novedosas, pero podridas por dentro. La empresa Tyrell (que aparece en la primera parte y domina casi todo) quebró. Ahora el poder lo tiene la institución Wallace, liderada por Niander Wallace (Jared Leto), quien refleja la mentalidad y el ambiente de este mundo que sufre las vicisitudes por cambiar el orden entre lo que es ser un humano y la creación de replicantes. K es un replicante creado para cazar a su especie. Parece que vive en la ignorancia de lo que hace, de lo que es; sin reflexionar mata y desaparece a sus semejantes. Sólo obedece órdenes. Sin embargo, distintos sucesos provocan que las cosas cambien (la ruta del héroe bien lograda gracias a un guion hermoso) y su pensamiento evoluciona o cambia y comienza la reflexión: ¿ser o no ser? Blade Runner 2049 es una cinta visualmente bella, que nos lleva a ciudades monumentales, estructuras estéticamente encantadoras, lugares sombríos, arenosos e inhóspitos. Crea un mundo lleno de colores y caos que funcionan como si fueron uno mismo. La fotografía, hecha por Roger Deakins es idónea y espectacular. La cinta (quizá el debate se centre si es mejor que la primera parte) es filosófica, ¿ser o no ser?, ¿qué nos hace ser humanos, la empatía, pensar que existimos?; es ciencia ficción, nos enseña un futuro probable y el director sabe que este género no necesita banales y superficiales escenas de acción; es reflexiva, sobre el porvenir del ser humano, la convivencia, el amor, la identificación, los ideales, el amor por vivir; su dirección es sutil, sus personajes son fieles a la continuidad de la primera parte, fieles a los replicante, fieles a los Blade Runner. Harrison Ford vuelve a encarnar a Deckard y otra vez regresa ese personaje taciturno, solitario, adelantado a su época. Por su parte Ryan es un gran sustituto, en sus manos estaba invocar de nuevo la esencia de un Blade Runner y lo logra con creces. El papel de la mujer es parte fundamental en esta cinta, ya que encarnan personajes fuertes, independientes y con reflexiones más profundas sobre su ser. Ahí está la oficial Joshi (Robin Wright) que dirige la caza de los replicantes ; Luv (Sylvia Hoeks) una despiadada replicante que quiere ser la mejor; y Joi (Ana de Armas) una bella inteligencia artificial que comprende más allá de su sistema operativo. El director Denis Villeneuve, que ya había demostrado su calidad en cintas como Sicario y La Llegada, comprueba con Blade Runner 2049 que es uno de los mejores directores de Hollywood en la actualidad, ya que hace algo que parecía impensable, hacer una película de culto basada en otra cinta de culto. Y muestra cómo la clave está en los ojos. *Periodista y realizador. Director de Comunicación y Editor de CinEspacio24. Colaborador de Cio Noticias.
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