Viene de noche es una obra llena de tensión y terror psicológico, que deja más preguntas que respuestas (por eso no le gustará a mucha gente); sin embargo la fuerza de esta película radica en no dar explicaciones y demostrar que para el humano lo desconocido es aterrador.
Por Arturo Brum Zarco*
@arturobrum
Actualmente tenemos propuestas en el género de terror novedosas, que no utilizan el clásico susto fácil como espantar de repente al espectador, sino que buscan un horror más complejo y psicológico; donde lo importante es el comportamiento del ser humano ante un ser demoniaco o desconocido. Para ejemplo están las cintas Babadook, La bruja y Voraz, por mencionar algunas. Estas nuevas propuestas están reivindicando al género, y aunque les ha ido muy bien con la crítica, al público en general no le han gustado, ya que no utilizan los lugares comunes que las cintas de terror nos tenían acostumbrados: espantos repentinos, monstruos aterradores, explicaciones diabólicas de lo que sucede y el triunfo del bien contra el mal. Entre estas originales cintas se encuentra Viene de noche del director Trey Edwars Shults, que realiza un trabajo, que no le gustará a la mayoría, pero es realista; sabe provocar en todo momento tensión, nunca explica de donde viene el mal, nos deja con el desosiego de que el terror es lo desconocido y está afuera y viene de noche. Nos narra una historia pos apocalíptica, donde el ser humano está muriendo por una extraña enfermedad que se contagia de una manera rápida y desconocida; pero en la cinta no vemos zombies, ni mucho menos persecuciones, aborda el tema desde la perspectiva de los miedos del ser humano: la desconfianza hacia el otro. La cinta inicia con un hombre mayor muy enfermo, con dificultad para respirar y con unas llagas espantosas por todo el cuerpo. Su familia (hija, nieto y yerno), que usan máscaras antigás, se despiden de él. Lo llevan al bosque, le dan un tiro en la cabeza y después lo queman. Todo esto para no contagiarse. Viene de noche trata sobre la familia y la protección de la misma. Paul (una buena actuación de Joel Edgerton), su esposa Sarah (Carmen Ejogo) y su hijo adolescente Travis (Kelvin Harrison Jr.) viven en una casa en medio del bosque. No sabemos cuánto tiempo llevan ahí, lo que sí nos enteramos es que se protegen de una rara enfermedad que está destruyendo a la humanidad. Viven incomunicados. La película tiene pocos diálogos, tomas cerradas y una fotografía resaltando las sombras; de esa forma nos incluye en ese ambiente de tensión y de aislamiento. Una noche llega un intruso a su casa, Will (Christopher Abbott). Paul lo amenaza e interroga, cuando confía un poco en él, acepta ayudarlo y recibir a su familia (su esposa e hijo de cinco años) en la casa. Comienzan a vivir los seis juntos, al principio todo estaba bien, pero los demonios de adentro aparecen: la desconfianza y el miedo al otro. A la par, lo desconocido sigue afuera, y no sabemos que es: no utiliza un monstruo diabólico, ni explicaciones, sólo el terror está ahí, no busca espantarnos repentinamente, sino causar tensión en todo momento. No es una película de terror convencional pero sí es una propuesta atractiva, que te dejará con un sabor agridulce por no darte respuesta. De ahí su gran valor.
*Periodista y realizador. Director de Comunicación CinEspacio24. Colaborado en Cio Noticias.
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