Por Martín L. González* Es curioso como señalamos en reiteradas ocasiones la decadencia del cine nacional cuando irónicamente nosotros nos hemos encargado de apuñalarlo una y otra vez con nuestra indiferencia. Y a pesar de ello, llega en medio de todo este conflicto, Cómprame un revólver, del director Julio Hernández Cordón, para vernos directamente a los ojos y demostramos que estamos completamente equivocados. En un México atemporal donde las mujeres están desapareciendo, existe una niña llamada Huck que usa una máscara para esconder su género. Ella ayuda a su padre, un adicto atormentado, a cuidar un campo de beisbol en el que narcotraficantes se reúnen a jugar. Mientras su padre intenta protegerla, Huck, con ayuda de sus amigos, tendrá que luchar para enfrentar su realidad y combatir en el campo de la zona. La propuesta de la película es bastante inteligente. Plantear un lugar atemporal por medio de una historia que perfectamente encaja con nuestra realidad, nos hace preguntarnos ¿qué tanto de esa película es ficción? Si a esto le sumamos que le estructura no sugiere un desarrollo especifico de punto “A” a punto “B”, dejando de lado una historia meramente lineal en la que nuestros protagonistas tienen alguna meta o aspiración y en su lugar nos muestran la supervivencia de Huck, podemos darnos cuenta que estamos ante el largometraje de un director que entendió por completo el mundo que está creando. Es fácil involucrarnos con el filme gracias a la tensión que logra generar apoyándose en el peligro constante no sólo de los protagonistas, sino al México “ficticio” en general. Sabemos lo mismo que Huck. No terminamos de entender cómo llegamos a esto, porque no hay grandes oposiciones, ni quienes realmente manejan todo, y esto en beneficio de la película, está bien. Vemos todo con la inocencia que aún puede conservar un niño en un mundo de esta índole. Y más importante, podemos ver que esto es lo que le hace falta a lo sociedad, un poco de esperanza entre tanto caos. Cómprame un revólver no duda en ser cruda y aprovecha hasta la más mínima oportunidad para demostramos lo duró que es esté mundo. No escatima con la crueldad, pues da igual si eres un niño, un hombre, una mujer o incluso alguien de cualquier otro género, todos corremos el mismo riesgo. Tras todo esto podemos darnos cuenta que el principal problema con la baja calidad del cine mexicano (en cuanto a distribución), somos nosotros, los propios espectadores. ¿O acaso alguien nos obliga a ver los grandes blockbusters nacionales repetitivos sobre las maravillosas propuestas locales que triunfan en festivales?
*Participante del taller de Apreciación y Crítica Cinematográfica de CinEspacio24 y Colaborador en CinEspacio24 Noticias.
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