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Vale más la palabra: «Mank»

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Mank, dirigida por David Fincher,  nos lleva al Hollywood de los años 30 y nos cuenta la historia de cómo el  guionista Herman Mankiewicz  escribió el guion de una de las cintas más importantes de la historia, Ciudadano Kane del cineasta Orson Welles

 

 

 

Por Isaac Piña Galindo*

@IsaacPi15a 

En los años 90, el periodista Jack Fincher escribió un guion sobre cómo el experimentado escritor Herman J. Mankiewicz (Mank) y el genial Orson Welles colaboraron para escribir la legendaria Citizen Kane.

No obstante, resulta llamativo el hecho de que la “colaboración” ocurrió después de que “Mank” terminara de redactar en solitario el primer borrador, manuscrito en el cual el guionista elaboró un refinado e irónico retrato del magnate William Randolph Hearst, y cómo el empresario personificaba la ideología capitalista estadounidense.

Más que responder a la pregunta “¿Quién diablos fue Mank?”, Fincher parece haber fijado sus esfuerzos en construir un relato épico alrededor de la figura poco reconocida de Mank. Si bien el otrora dramaturgo y crítico tuvo una vida mucho más discreta que la de Welles o la de Hearst, se adivina la intención de Fincher de poner en primer plano a un personaje secundario que, por la época y por su misma personalidad, siempre prefirió mantenerse al margen de cualquier historia.

La película comienza a partir de que Welles le encarga a Mank escribir un guion en dos meses, tarea angustiante en primer lugar por la engorrosa rehabilitación a la que debe someterse el escritor, y en segundo lugar por la presión para que deje de escribir, ejercida por el grupo de productores que apoya a Hearst.

Jack Fincher compone la historia con una estructura que retoma el formato de flashback de Citizen Kane, ya que Mank encuentra en su reciente sobriedad la claridad mental para utilizar su memoria como fuente de inspiración.

El veterano guionista se vale de sus recuerdos de los últimos años en los que trabajó en cierto anonimato para la MGM, alejado de su familia y entregado al alcoholismo y la ludopatía, con una vida social agitada que incluía las borracheras en el castillo de William Randolph Hearst.

En una secuencia clave, Mank y su equipo de escritores le venden una nueva idea al productor David O. Selznick y al director Josef von Stronberg de la Paramount.

La escena funciona en dos niveles. El primero es un guiño autorreferencial de Jack Fincher, quien expone la manera de entretejer la trama de su propio guion, dejando ver cómo “ocurre la magia”, cómo nos contarán la película, justo al comenzar la misma.

El segundo nivel, conectado intrínsecamente con el primero, describe los mecanismos narrativos de un guion. Para ilustrar la idea, Mank deconstruye la manera en que los temas y el protagonista de su idea tienen una base mitológica y literaria, mientras que, para reflexionar sobre dichos temas e imprimir dinamismo, el guionista toma prestado el efecto dramático proveniente de la forma teatral y operística.

20 años después, David Fincher, hijo de Jack, rescata el guion escrito por su padre para llevarlo a la pantalla.

El ingenioso guion permite a David Fincher manipular un estilo que rememora la forma cinematográfica del Hollywood clásico, y particularmente de Citizen Kane. Asimismo, la narrativa próxima al género biográfico representa la oportunidad perfecta para que Fincher demuestre su experiencia y sensibilidad en un ámbito diferente al del suspenso o el drama psicológico.

Con Mank, Fincher honra el trabajo de su padre Jack Fincher al mismo tiempo que rinde homenaje a la innovadora puesta en cámara de Orson Welles.

Fincher logra lo anterior gracias a su propio equipo de colaboradores habituales: el fotógrafo Erik Messerschmidt (Gone Girl y Mindhunter), el montajista Kirk Baxter (editor de cabecera de Fincher desde The Curious Case of Benjamin Button), el diseñador sonoro Ren Klyce (con quien Fincher ha trabajado desde Seven) y los músicos Trent Reznor y Atticus Ross (brazo musical de Fincher desde The Social Network).

Con la ayuda de Messerschmidt, Fincher graba en un blanco y negro con alto contraste, una imagen con tonos negros intensos que remiten al expresionismo alemán y las películas gansteriles de aquel Hollywood de los treinta, estilo visual en el que se inspiró el mismo Welles para su Citizen Kane.

La cámara de alto rango dinámico del fotógrafo captura una rica gama de grises que permite moldear las sombras al gusto de Fincher, quien aprovecha el juego de luz y oscuridad para remarcar las juergas de Mank y la exclusividad (casi conspirativa) de las fiestas privadas de Hearst, donde el fiestero guionista poco a poco recupera el orgullo, aunque a la par crece su resentimiento.[1]

Por otra parte, el diseño sonoro de Ren Klyce manipula la grabación de la voz y de los sonidos incidentales para remarcar lo hecho por el hábil trabajo fotográfico. Klyce utiliza estos sonidos y los mezcla de forma tal que el sonido se percibe como se “escuchaban” las películas de aquellos años.

Klyce compone un intrincado panorama sonoro, con sonidos diegéticos como los coches, las botellas, las cámaras rodando, y sonidos extradiegéticos como el cambio de rollo de las salas de proyección, las “quemaduras de cigarro” de la película y, curiosamente, con la reverberación de los diálogos, que en numerosas ocasiones se escuchan con un eco especial que emula la tecnología usada para grabar los diálogos durante esos años.

Junto con el trabajo del departamento de sonido, es bastante conocido que el dúo Reznor y Ross utilizó instrumentos de la época para intentar capturar la esencia sonora del “viejo Hollywood”[2]; los músicos cambiaron sus habituales sintetizadores electrónicos para musicalizar con instrumentos clásicos, aunque prevalece el ritmo frenético predilecto de Fincher, quien imprime una ritmo sonoro atípico, más cercano al thriller, durante las escenas de mayor dramatismo (como en The Social Network o en la serie Mindhunter).

Finalmente, cabe destacar el increíble elenco encabezado por Gary Oldman, quien hace gala de su genialidad interpretativa al dar vida a un bufón inmerso en una bacanal interminable, “embotellado” en un paraíso surreal que está bajo el asedio de una crisis inminente, tanto socioeconómica, debido a las consecuencias de la Depresión, como ideológica, el surgimiento del nazismo y la confrontación de los empresarios capitalistas contra el comunismo.

Encauzado por el minucioso guion de Jack Fincher, Oldman desarrolla las maneras taimadas de Mankiewicz, que con cada diálogo revela a un hombre complejo, perdido en la interpretación de un personaje picaresco confeccionado en gran medida por él mismo, un individuo cada vez más amargado y descontento con su pasiva sobrevivencia en un mundo sumido en el caos.

El galardonado actor británico comprende a la perfección los claroscuros de Mank y lleva el personaje al límite, al punto desgarrador y romántico donde Mankiewicz descubre que la última reafirmación de sus ideales radica en el uso de la palabra, en el perfeccionamiento de su oficio de contar historias.

Amanda Seyfried, como la popular actriz Marion Davies, sobresale con brillo propio, en parte por el vestuario, el maquillaje y el tipo de iluminación con que se encuadra al personaje, pero también por los gestos, la forma de hablar y la excelente química de su enlace actoral con Oldman.

Con poco tiempo en pantalla, Seyfried consigue canalizar la energía desenfadada y encantadora de Davies, a la vez que deja entrever su complicada relación con Hearst y el cariño que sentía por él, un afecto hasta cierto punto engañoso y egoísta, porque el poder y el dinero del magnate le permiten a Davies adoptar una actitud conformista a la hora de disfrutar de su vida privilegiada.

Al final, Mank es una reflexión muy emotiva de Fincher sobre su propio oficio de cineasta, ese delicado malabareo por encontrar el pulso emocional de una historia y narrarla de manera que mantenga al espectador hipnotizado y atento a la pantalla.

Además, la película ofrece un puente al universo de la época de oro de Hollywood, a su forma clásica, a sus estrellas y sus métodos de producción. Citizen Kane es sin duda una película monumental, con un brío y un pulso narrativo apabullantes, una obra de la que se ha aprendido mucho y se seguirá aprendiendo. Me aventuro a pensar que Mank ofrece la misma oportunidad de aprendizaje técnico y artístico para cinéfilos y cineastas por igual, justamente por los puentes que tiende entre lo clásico y lo moderno.

*Cineasta, analista y colaborador de CinEspacio24 Noticias 

[1] En este artículo, Messerschmidt habla más sobre su trabajo fotográfico en Mindhunter y las cámaras de alto rango dinámico que utiliza, un estilo similar al utilizado en Mank: https://ascmag.com/articles/netflix-helps-drive-creative-vision-with-hdr
[2] https://pitchfork.com/news/trent-reznor-and-atticus-ross-scoring-new-david-fincher-movie-mank/

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