«Sin señas particulares»: El infierno cotidiano de un sistema roto – CinEspacio24

«Sin señas particulares»: El infierno cotidiano de un sistema roto

Comparte el cine

Sin señas particulares, dirigida Fernanda Valadez, guion de Astrid Rondero, fotografía de Claudia Becerril y con una gran actuación de Mercedes Hernández, es una película mexicana de gran calidad que aborda el tema de la desaparición forzada. 

Sin señas particulares de Fernanda Valadez

Por Zuri Grace Bretón *

@ZurigraceB

Una road movie hacia la pesadilla mexicana de la desaparición forzada, eso es Sin señas particulares. La ópera prima de la directora guanajuatense Fernanda Valadez, que en su paso por los festivales ha tenido un debut brillante.

Se estrenó en Sundance en enero de este año, donde obtuvo el Premio del público y la selección del jurado a Mejor guion, que por cierto, también es de Valadez. Desde entonces ha conquistado múltiples galardones en cada festival donde se ha presentado, como el Alexander de Oro, máximo reconocimiento del Festival de Cine de Thessaloniki en Grecia o el premio Horizontes latinos del Festival Internacional de San Sebastián.

Por supuesto que la cosecha de preseas no fue sólo en el extranjero, a principios de este mes dicho drama se coronó como Mejor Película de la edición número 18 del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), donde también obtuvo el Premio del Público y de Mejor Actriz para la protagonista, Mercedes Hernández. Claro que el festival más importante de nuestro país no podía ser la excepción, ya que se trata de una cinta que nos alude directamente como mexicanos.

Sin señas particulares es la historia de la travesía de una madre en busca de su hijo, y a la vez de un hijo en busca de su madre, los caminos de ambos se cruzan en el contexto de la migración, la desaparición forzada y el crimen organizado. Se trata de una obra cruda en su temática, pero con una narrativa sensible que se toma su tiempo para dejar fluir todo el abanico de emociones que despiden los personajes, desde la frustración y la desesperación hasta el cariño o incluso el terror del peligro.

Si bien, se trata de una ficción, la obra captura con peculiar realismo las experiencias auténticas de cientos de personas que viven día con día la interminable búsqueda de sus familiares desaparecidos y que cotidianamente deben enfrentarse a un sistema que no les muestra empatía o compasión, sino que responde a sus exigencias desesperadas con desinterés, burocracia e inútiles carpetas de investigación que se apilan una tras otra.

Así es como nos convertimos en testigos de este fenómeno a través de Magdalena, una mujer cuyo hijo fue desaparecido durante su viaje a la frontera con Estados Unidos y aunque las autoridades le aseguran que lo más probable es que ya haya fallecido, no hay cadáver que lo confirme. Ésta es una madre que no derrama lágrimas, pues en medio de la búsqueda no hay tiempo para derrumbarse, sin embargo, su angustia y determinación es palpable a través de la pantalla.

La primera mitad de la cinta es un retrato detallado de la injusticia sistematizada que se vive en este país y que es soportada en todas sus estructuras, tanto en el rubro gubernamental como privado. Nadie está exento de vivir la pesadilla de la inseguridad en México, Magdalena que pertenece a un nivel socioeconómico bajo lo comprueba al encontrar a otras madres de posiciones más privilegiadas, pero cuyo dolor es el mismo: la pérdida de un hijo donde la única constante es la lucha contra un sistema fallido.

En la segunda mitad se nos muestra el curso natural de casi todos los casos de desapariciones en México; el hartazgo ante la inacción policiaca y la adjudicación de la investigación en propias manos de los familiares, convirtiéndose en detectives como única alternativa, aunque muchos de ellos, como Magdalena, no cuenten con recursos suficientes y con dificultades sepan leer.

A lo largo de la cinta se nos presenta un leve roce con estas otras historias paralelas, que gratificantemente no son sólo recursos para hacer avanzar la trama central, sino que le brindan autenticidad a la travesía de Magdalena y aunque no se profundiza tanto en ellas sirven para evidenciar la red tan grande de búsqueda y desolación que existe en nuestro país. Un estado mexicano que no da la cara a sus ciudadanos y que así, literalmente, es retratado en la película, donde nunca se muestra a cuadro el rostro de los funcionarios, de quienes sólo escuchamos las voces frías, mecanizadas e indiferentes.

Éste es un filme necesario para el cine nacional a muchos niveles, en primer lugar por su historia, que denuncia una devastadora realidad y lo hace con gran respeto por las víctimas y familiares, poniendo sobre la mesa temáticas de suma relevancia social que deben ser discutidas en la esfera pública. Por otro lado resulta refrescante ver nuevos nombres que hacen crecer la industria mexicana y la nutren de diversidad, contribuyendo a la muy vigente lucha por la paridad de género en el terreno artístico, pues las cabezas detrás de este proyecto son todas mujeres.

Se aplaude el trabajo de Astrid Rondero como productora y co-guionista, quien por cierto también es directora de la cinta Los días más oscuros de nosotras, próxima a estrenarse en salas, y la impresionante fotografía de Claudia Becerril, que es capaz de capturar la belleza natural de los paisajes que sirven de escenario y al mismo tiempo transmitir el peligro que en ellos acecha, convirtiendo al entorno en un personaje más que tiene un aire de abandono y soledad, sentimientos que van en sintonía con el estado anímico de los protagonistas conforme avanzan su camino.

Vale la pena destacar también el sutil coqueteo que se da con el realismo mágico en una de sus mejores secuencias, haciendo una metáfora hipnotizante de la maldad y la cruda violencia vista a través de los ojos de un indígena zapoteco, teñida por su cosmovisión y narrada en su dialecto; nos presentan ahí una ejecución tan elegante a nivel cinematográfico, que cualquier intento de traducción de dicha lengua al español, hubiese sobrado.

Para muchos, se trata de la mejor película mexicana del 2020 y por supuesto es una de las óperas primas más prometedoras de los últimos años. Fernanda Valadez demuestra un manejo del ritmo preciso que va enredando y dosificando las líneas narrativas poco a poco hasta entrelazar las historias de Magdalena y Miguel y hacerlas una misma justo antes del clímax, que por cierto guarda un giro de tuerca tan brillante como desgarrador.

*Licenciada en Comunicación, analista cinematográfica y colaboradora en CinEspacio24 Noticias

Sé el primero en comentar en ««Sin señas particulares»: El infierno cotidiano de un sistema roto»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*