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Ríos de memoria: «Caminos no elegidos»

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Dirigida por la directora británica Sally Potter, Caminos no elegidos es una película  sobre un caótico viaje  de Molly (Elle Fanning) junto con su padre Leo (Javier Bardem), un escritor que muestra signos de demencia; una cinta que propone y experimenta entra la dinámica padre- hija.

 

Javier Bardem y Elle Fanning en Caminos no elegidos

Por Isaac Piña Galindo*

@IsaacPi15a 

¿La memoria afecta nuestra percepción de la realidad? ¿O la pena y la culpa provocan que nuestro presente se vuelva esquivo? Son algunas preguntas sobre las que pareciera reflexionar la directora Sally Potter conforme nos relata el complicado día de Molly (Elle Fanning), una joven veinteañera que trata de llevar al oculista y al dentista a su padre, Leo (Javier Javier Bardem), un escritor cincuentón que muestra signos de demencia temprana.

La directora propone y experimenta en vez de supeditarse a una narrativa lineal, de género telenovelesco y lacrimógena. Aunque la dinámica padre-hija ancla el filme y mantiene el hilo de la historia, la autora británica manifiesta con claridad que su preocupación estriba en explorar la simbiosis entre la emoción y el recuerdo.

La película se revela entonces como un mosaico a medio camino entre el melodrama y una no-narrativa, un “rompecabezas” que emula la fracturada percepción de Leo, cada vez más perdido en retazos de su memoria.

Potter presenta un mapa sensorial, manipulando primero el diseño sonoro al componer una suerte de “partitura” creada con sonidos comunes: el tráfico de Nueva York, el timbre del apartamento de Leo, un teléfono sonando, la voz de una mujer hablando en español y el rumor del mar.

Los ruidos aleatorios se perciben incluso antes de que aparezca la primera imagen a cuadro, de forma tal que queda patente el firme deseo de la directora por exprimir el lenguaje cinematográfico para desentrañar la crisis de Leo.

Potter complementa la odisea neoyorquina con secuencias breves en dos lugares totalmente opuestos, una modesta casa al norte de México y un sitio vacacional en Grecia, ambos escenarios que Leo “visita” de manera intermitente, fugas que gradualmente sugieren dónde nace el arrepentimiento del protagonista.

Una palabra puede conducir la mente de Leo a conversar con una turista en Grecia, o el simple hecho de recostarse y cerrar los ojos lo transporta a una camioneta destartalada que atraviesa la carretera mexicana.

El diseño de producción minimalista de Carlos Conti permite a la realizadora mantener su enfoque en el protagonista y su entorno, punto de vista crucial para analizar cómo una locación en específico, así como sus personajes transitorios, dialogan con el estado mental de Leo, y cómo repercuten en el presente con su hija en Nueva York.

La fluidez visual se logra en gran medida por la foto del genial Robbie Ryan, un ojo que reproduce la inquietud de Leo con el atinado uso de la cámara en mano, técnica que imprime la sensación de fragilidad en el trajinar de Leo y Molly. Una cámara móvil que al mismo tiempo adopta planos cerrados para capturar la tierna complicidad entre padre e hija.

La paleta de color con una saturación y un tono diferente para cada lugar, sumada al esquema de iluminación, suavizan la transición entre las tres zonas, porque definen hasta cierto punto la emoción que cada sitio evoca en Leo.

Sally Potter demuestra su brío lírico con la cadena de postales que ilustran un viaje doloroso pero compasivo a la psique de su protagonista, un cine plástico e íntimo que disfruta jugando con los límites de la narrativa, y que se vale tanto de su expresiva fotografía como de un montaje ágil, para buscar el pulso orgánico de sus imágenes.

La cinta está disponible en Amazon Prime.

 

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*Cineasta, analista y colaborador de CinEspacio24 Noticias 

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