Porque es una salida sencilla a una pregunta compleja: ¿Por qué existe la violencia?
Primero que nada, habría que descartar la influencia de los medios como responsables directos de una agresión. Puede ser que unos hermanos intenten replicar alguna llave de lucha libre que vieron en televisión, pero eso no explicaría que lo hicieron con el ánimo de dañar, por ejemplo. Y es que la violencia en los niños está presente en en la infancia en México, pero una mejor comprensión ayudaría a tratarla de forma más efectiva.
Lo segundo es más importante, que es el acercamiento de la tecnología a las generaciones que actualmente no la entienden, pero asumen que sí lo hacen. Puede ser chistoso que nuestros padres a todas las consolas (X Box, PS4, etcétera) les digan nintendo, pero a la hora que un gobernador (de esa edad) sale a decir que un asesinato se debe a un juego de video, ahí la cosa cambia. Como sociedad, nos sumerge en un lodazal de ignorancia, pues las investigaciones sobre videojuegos más bien son pocas, dispersas, pero apuntan hacia un papel muy secundario de su relación con la violencia.
Por eso mismo es que hay que hacer el esfuerzo porque las generaciones que nos preceden puedan llegar a entender mejor la tecnología, para que ese discurso político facilón e ignorante no siga permeando, porque ahí existe el riesgo de tomar decisiones políticas absurdas en caliente, como prohibir ciertos videojuegos, cuando las reales causas están ahí lastimando a los niños en nuestro país.
Por otra parte, los efectos negativos reales de los videojuegos en la vida real tienen connotaciones sociales diferentes: en lugar de violencia, existe el aislamiento y adicción, que muchas veces son alentadas por las propias empresas. Las firmas más grandes de videojuegos actualmente quieren volver casinos a los videojuegos; ese sí es un riesgo real sobre la sociedad con respecto a estar industria.
Sin embargo, en el caso de la violencia, las respuestas las encontraremos en el entorno y la herencia genética. Recientes investigaciones han acabado con la idea de que somos una tabula rasa, donde nacemos en blanco y es la vida en sí la que nos va formando. Como humanos, llegamos con determinada carga genética que nos lleva a ser de una u otra forma, incluso con cierta proclividad hacia la violencia.
Pero quizá lo más importante es el contexto: el lugar donde nacemos, junto con las personas que nos crían (o que no lo hacen) son factores tremendamente importantes para explicar nuestras conductas. Aunque tengamos cierta herencia genética, si tenemos un contexto favorable, será muy complicado que se pueda desarrollar la violencia antisocial que en este momento nos tiene en zozobra.
Un artículo reciente, donde una investigadora entrevista a personas que fueron narcotraficantes en México, detalla que muchos de ellos nacieron en pobreza, y aunque con el tiempo llegaron a vivir materialmente bien, querían más en su vida, y por eso incursionaron en el narcotráfico.
También menciona algunos testimonios de personas que tienen como motor de su rabia la violencia que vieron de sus padres contra sus madres. No hubo una sola palabra sobre videojuegos, porque quizá, en su propia pobreza, ni alcanzaron a jugarlos.
Entonces, un paso hacia la madurez social es entender que los medios de comunicación no tienen un papel preponderante en el comportamiento individual, solo en casos sumamente aislados. Lo que sí explicaría de una forma más clara es investigar las causas con un enfoque multidimensional, consultar a expertos en el tema e interrogarse continuamente sobre las formas para evitar que la violencia nos arrebate los espacios de convivencia.
Además, en el caso del niño que asesinó a su maestra y luego se suicidó, también queda la pregunta: ¿Cómo tuvo acceso a esas armas? Esas preguntas son las que dolorosamente nos darán las respuestas que no queremos, pero sí necesitamos.
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